domingo, 7 de junio de 2015

Macabras ideas de domingo


Una apuesta a la nada, por nada me dejaron al borde de un precipicio que tienta más que tres corazones indefensos latiendo.
Una redonda que urge su efecto. Por dentro, un relato salvaje que choca con sus autos, golpes y puñales en toda esta cascara pero que no se anima a salir con su furia implacable.
Siempre las culpas están ahí, siempre buscan una nueva, reinventan otra, resucitan otras milenarias y todas las cargan a la misma cuenta.
Esos ojos claros, ciegos, egoístas, que juzgan todo, dan tanta bronca.
La cuerda en el árbol es una tentación, solo basta arrastrar la escalera y subir por el filo de esos escalones que agotan la vida con cada paso. La soga está húmeda y tan fría como los visitantes de las morgue. Lleva un par de horas alcanzar el rigor mortis, pienso mientras cerco mi cuello.
Atrás habrán quedado los despertadores, las corridas, los títulos, las comas, los adelantos y la sonrisa fingida. El cigarrillo prestado que fumo en busca de una bocanada de aire. También habrán de quedar colgadas todas las culpas, la ausencia interminable hecha jirones y todas las posibilidades infinitas que nunca mostró el GPS.
Este aire que llega a mis pulmones como un bálsamo no imagina que está siendo el último.
Los escalones se vencen, el cuerpo cae en seco y la cuerda se desarma para que este cuerpo que debería estar flotando sin aliento a centímetros del suelo, ahora esté embarrado, aliviado, fracasado y sin otra alternativa más que encender un cigarrillo acompañado por un silencio y una nada que estremecen.